´La luz es difusa´, dice el templario Rosal de Sainte-Croix al joven Nivard de Chassepierre. ´Es fugaz, cambiante, caprichosa. Es dueña de todas las estratagemas. Nunca estarás satisfecho con tu obra, por más bella que sea. Nunca tendrás colores suficientes en tus casilleros para dar vida a un vitral como el que deseas, jamás contarás con la certeza de colorear exactamente como se canta exactamente. ¡Qué importa! Tus pasos empiezan en el fuego, y debes alcanzar el fuego, convertirte en maestro en tu arte, el artesano perfecto de la gran obra, el Adepto.´ Nivard no decepciona al caballero. Junto a los templarios, durante el medio siglo posterior a la primera cruzada, animado por una pasión casi carnal por los sortilegios del vidrio, realiza una vertiginosa búsqueda de la luz en Oriente y Occidente. Oscilando apasionadamente entre el cielo y las sombras, participará de manera decisiva en uno de los esfuerzos más prolongados, delirantes, tenaces y de más amplios y duraderos efectos que la humanidad ha conocido. Esta es su historia y la inicial de sus mentores, los caballeros del Temple.
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