Exponente inequívoco de la literatura decadente española, esta novela, publicada por primera vez en 1915, nos propone un viaje al Jardín del Pecado de principios del siglo XX —la noche, los narcóticos, los tugurios, las malas compañías, etc.— de la mano de Helena Fiorenzio y su camarilla. El texto, pródigo en detalles y descripciones como no podría ser de otra manera%29, nos ofrece un paisaje de la fauna nocturna de la época y nos acerca al «Mal» en Oriente y Occidente: de los casinos de Biarritz, pasando por la plaza de toros de San Sebastián, recorre los puertos mediterráneos europeos y africanos%29 y los antros que albergan sus calles hasta llegar a lúgubres y exóticos parajes orientales.
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La vejez de Heliogábalo del autor Antonio de Hoyos y Vinent
«La vejez de Heliogábalo», un título que condensa dos asociaciones usuales de la decadencia: el adorable –por turbio y desolador– motivo de la senectud, junto a la mítica figura del emperador romano, con todas sus tópicas connotaciones de desorden y libertinaje, ha sido calificada como "un monstruo de novela", un monstruo en el que es difícil diferenciar entre lo auténtico y lo mimetizado. Hoyos nos obsequia con historias de individuos problemáticos, inconformistas, atormentados, que en su búsqueda de un ideal, la amada muerta, la recuperación de un modo de vivir, sólo consiguen la derrota o la muerte. Heliogábalo, no es aquí el emperador romano sino Claudio Hernández de las Torres, conde de Medina la Vieja conocido como Claudio Medina la Vieja%29, héroe abúlico, cerebral y perverso, que se mueve entre lo sublime y lo grotesco. Para quien, aun viejo y decrépito, gozar seguirá siendo la única verdad, y que fiel a su desprecio por las salidas más convencionales y dominado por una fatal atracción del abismo, buscará gozar su última pasión. Y podrá conseguirlo precisamente gracias al encuentro en un barracón de feria con miss Ofelia, una actriz ambigua que se le presenta como una “caricatura macabra” de Cecilia, su amante muerta. Un encuentro en el que Claudio presiente “el calvario final de su vida de miserias”, pero al que desea ir con una suerte de “doliente voluptuosidad”. La narración, en capítulos breves titulados y encabezados por citas de Moréas, Lorrain, Verlaine, Mallarmé, Baudelaire, Gabriel Rossetti, Carrere, Richepin, Rollinat, Samain, Haraucourt, Darío, Wilde o Remy de Gourmont, es un viaje al mito ancestral que enlaza muerte y erotismo que nos llevará al apoteósico desenlace final.
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