Una mujer bella e inteligente como Penélope, ¿permaneció fiel a Ulises durante tantos años pese al acoso de sus cien jóvenes pretendientes, o se dejó arrastrar por la tentación? Sabemos cómo transcurrían las noches de Sherezade, pero ¿con qué experiencias nutría la ficción de sus mil y una historias? Con respecto al doctor Frankenstein, ¿tenía tendencias necrófilas, o compensaba la melancolía de su morboso experimento con la carnalidad mucho más viva de otros placeres? Y la joven Alicia, ¿pervivió su mundo maravilloso cuando se hizo adulta?, ¿qué prodigios le aguardaban al otro lado del espejo cuando la sensualidad se infiltró en su cuerpo? Antonio Altarriba, finalista del XVIII Premio La Sonrisa Vertical con su obra Cuerpos entretejidos, nos ofrece ahora cuatro jugosos relatos en los que desvela la vida oculta de algunos personajes de ficción, esa intimidad inconfesa que sus autores nunca contaron y que, de manera tan oscura como decisiva, determina y explica sus comportamientos. Así, Penélope, Sherezade, Víctor Frankenstein y Alicia cobran vida y se internan en relaciones eróticas que llevan al lector a la antigua Grecia, a Oriente, a la Inglaterra victoriana, para recorrer viejos mitos e historias con una nueva mirada, sin duda mucho más sensual, y explorar la relación entre la sabiduría y la belleza, entre el erotismo y la palabra, entre la muerte, el sexo y la vida.
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Cuerpos entretejidos del autor Antonio Altarriba
Estas cinco historias, entretejidas en la sensualidad de las telas al uso en el periodo en que se desarrollan, nos trasladan, envueltos en la fina seda, desde fabulosos y licenciosos palacios de Oriente, donde todo parece permitido, hasta, ceñidos en fibra sintética, la más actual y dura realidad virtual, donde el sexo se enmarca en la ficción programada. Entre un tiempo y otro, arropados en lino pasamos por los extraños y rudos rituales del África más profunda; envueltos en el suave terciopelo, por los perversos amores letales en la Italia del Renacimiento, y rodeados del vaporoso tul, por una exposición universal en un Estados Unidos decimonónico, donde la idea de progreso alienta los ánimos con la misma luz que enciende los cuerpos.
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