Más de 70.000 mujeres cada año son engañadas y sometidas a esclavitud sexual sólo en Europa. Este es un dato extraído de los periódicos, pero en esta novela todas esas mujeres se resumen en Polina, una adolescente nacida en Moldavia cuyas ilusiones comienzan a desmoronarse en un tétrico sótano de Estambul. Muy lejos de los sollozos de la pequeña, la historia comienza con la desaparición de los cinco gatos de la viuda Hergueta en un barrio residencial de la periferia de Madrid. Los vecinos rusos resultan los primeros sospechosos, ya que su actitud es huraña y misteriosa. Gracias a sus contactos, las quejas de la viuda encuentran finalmente eco en Sigrid Azadoras, una agente experta en artes marciales, a la que la insignificante desaparición de los gatos la llevará a adentrarse en el complicado entramado de las mafias del Este, una estructura que tiene sus raíces en el desmoronamiento político, económico y social de las ex repúblicas soviéticas.

Divertida, tierna, sabia, cariñosa... Esta es una novela «dulce» que, no obstante, no daña a las arterias ni afecta a la báscula, sino hace adelgazar, como los comestibles de veras, buenos y sanos. ¡Para comérsela entre risas de la primera a la última página! Fiona es una joven, huérfana de madre, que tiene «problemas» con el alimento, no solo pues es la responsable de llevarla a casa y aprovisionar a su padre enfermo, sino más bien por el hecho de que la sección de precocinados ha sido su único salvavidas ante su prematura responsabilidad. Fiona tiene imaginación, mas asimismo es realista, de ahí que la devora el miedo a que los Servicios Sociales descubran la incapacidad de su padre y los aparten. El alimento basura es su forma de olvidar. No sabe cocinar por el hecho de que tampoco sabe comer. Pero Fiona sí sabe querer. O bien al menos lo intenta: ahí está Alberto, el muchacho del que lleva toda su vida enamorada, que termina de regresar a la urbe. La pena es que ha comenzado a salir con Lylla, la íntima «mejor enemiga» de Fiona. Toda su vida semeja truncada hasta el momento en que su tutora del instituto, la señorita Aurora, se empeña en invitarla a comer y le presenta a su tía Mirna, una chef a la vieja usanza, bastante loca, que le enseña que el primordial ingrediente para cocinar postres deliciosos no es el azúcar, sino más bien el amor. Y de eso..., de eso Fiona tiene grandes reservas. Junto con Fuet, una perra descuidada, y sus amigos Max y Carmen, Fiona descubrirá nuevas emociones mientras que emprende una aventura entre cacerolas que cambiará su vida.

Los personajes de "Los estados carenciales" buscan como todos nosotros la felicidad a su manera. Tratan de no sucumbir a la rutina, de escapar de la mediocridad o de rehacer sus vidas con un poco de sentido. Ulises, abandonado por su mujer Penélope, vive con su hijo Telémaco. Penélope es una diseñadora de moda que no se corta tanto como la Penélope de siempre cuando le sale al paso algún pretendiente. Al suegro de Ulises, Vili, su mujer le hace la vida imposible, y él busca la felicidad con optimismo y algunas ideas peregrinas, como montar una nueva Academia para enseñarles a una pandilla de infelices que la felicidad consiste, como decía Platón, en hacer el bien. Sátira de los libros de autoayuda, meditación sobre la felicidad, homenaje al mundo clásico... Sí, todas esas cosas son y están en Los estados carenciales. Pero esta novela es, por encima de todo una divertidísima fábula sobre las debilidades y grandezas de la condición humana. "Ángela Vallvey" tiene una prosa jugosa y directa, una capacidad poética deslumbrante, un sentido del humor que nos incita a la reflexión filosófica sin que nos alcance el sueño, la desazón o la pedantería. Tal vez este libro no nos permita saber si la felicidad consiste enhacer bien, o en desarrollar nuestras capacidades con la máxima destreza, pero sí nos puede ayudar a mirarnos en el espejo con valentía, con la dignidad que nuestra condición exige. "Premio Nadal 2002"